El
entrevistado, Padre Samuel Arancibia Lomberger, sacerdote diocesano, trabajó en
la parroquia Santa María de las Condes, desempeñándose como Vicario Parroquial
hasta el año 2011, luego asumió como Administrador Parroquial y actualmente se desempeña como párroco de Jesús Maestro, ubicada en el sector oriente de la comuna La Florida.
En el siguiente video, se puede ver la entrevista al Padre desde el minuto 34:50
El
sacerdote Arancibia, se posiciona desde
una perspectiva heterosexual normativa, debido a cuando se le pregunta sobre la legislación
de vida en pareja de homosexuales y
transexuales, éste no está de acuerdo, y argumenta que el matrimonio es entre
un hombre y una mujer, además agrega que para la tradición cristiana la
sexualidad, al igual que la vida, es un “don”, “ es algo que es dado, un
regalo”, por lo tanto no es algo que uno adopte “una opción de vivir”, además
pone énfasis en la educación y ayuda para que los niños entiendan la sexualidad
como el “don dado” y en donde “el hombre está hecho para la mujer y la mujer
está hecha para el hombre” y que
cualquier otra unión no puede estar al mismo nivel.
En
cuanto a la homosexualidad, el sacerdote
Arancibia argumenta en primer lugar, que
la homosexualidad no es un problema en sí, sino más bien un problema de
personalidad, de autoestima, problemas con la relación de los padre, con Dios y
es en este sentido según el sacerdote, la iglesia debe abrir espacio sin
discriminación y tomar un rol de
acogida, que permita ayudar todas las
personas por igual, incluyendo a las
“personas” con tendencia homosexual (le dice personas por que encuentra injusto
encasillarlos de homosexuales) dándoles todo
el cariño y apoyo, ayuda espiritual de los sacramentos y de la comunión, además
de ayuda psicológica, para así poder “recuperar a la persona”. En este sentido existe una contradicción de
discurso, ya que si bien el sacerdote Arancibia expresa que la iglesia debe abrirse
a todos por igual, dándoles un espacio y con una actitud de acogida para todos,
sumado a esto, al sacerdote no le gusta encasillar a la persona como un
homosexual ya que lo encuentra injusto, pero ¿por qué se intenta recuperar a la
persona con tendencias homosexuales?, y no se acepta, acoge y reconoce a esta
como es en vez de “recuperarla o mejorarla”, poniendo énfasis en que la
sexualidad es un don y no una elección, opción, y que cualquier unión que no sea hombre y mujer están bajo el nivel
de esta.
Con
respecto a lo anterior, también hay una contradicción del discurso cuando se le
pregunta por la campañas publicitarias, tidando a las campañas homosexuales, como
agresivas, pero que a su vez la iglesia comete el mismo error y donde el
sacerdote reconoce que las personas
homosexuales pueden verse atacados, criticados, poco reconocidos y pocos
incluidos en la iglesia, convirtiéndose en una disputa circular. Por lo tanto
el discurso que en un principio del sacerdote Arancibia planteaba sobre la
inclusión, es cuestionable.
Por
último, cuando al sacerdote, se le pregunta por la disputa de quien está más a
favor del matrimonio igualitario para ganar votos, responde que es preocupante que un tema tan humano se convierta en
números, y no exista la preocupación por la persona, que si el candidato está
preocupado de la persona con tendencia homosexual sea más feliz, pero se
contradice con lo que señala en relación a la legislación de la vida en pareja de
homosexuales y transformistas, ya que aclara que se deben tomar en cuenta los
casos puntuales (aquellos que no se
hayan podido solucionar o recuperar a la persona) y verlos de forma aislada y no
hacer una legislación general por “algunos pocos”, transformándolos en números
tal cual el sacerdote criticaba de los
candidatos.
Por
lo tanto es cuestionable si en verdad existe una preocupación por la persona en
sí misma, ya que en su discurso, constantemente
se está contradiciendo; por un lado cree que la iglesia debe abrir y acogerse a
todos por igual, pero trata de cambiar, o como dice “recuperar” a la persona
homosexual de su problema, sin aceptarla como es, además reconoce que los homosexuales, pueden verse atacados,
y poco incluidos en la iglesia. También en la relación marital homosexual y
transexual, no están al mismo nivel que el de un hombre y una mujer, discriminándolos por su condición, ¿no que todos eran personas y tratadas por igual ante la iglesia? Y
además ante la legislación, los homosexuales (los que no se pudieron recuperar)
deberían ser tratados de forma aislada, viendo cada caso particular y no por
una “minoría” (números) crear una legislación, por lo tanto ¿dónde queda el
nivel de integración de la iglesia ante todas las personas?, ¿por qué se le quiere cambiar o no se trata
de igual forma a todas las personas?, ¿se está reconociendo verdaderamente a la
persona en cuanto es?
Para
responder a esta última pregunta se debe tomar en cuenta el concepto de
reificación de Honneth (2009), el cual hace referencia a una actitud frente a un fenómeno tomándolo como producto de la
naturaleza y no como un constructo humano, en donde esta concepción
reidificada, no permite el reconocimiento. En este sentido, para el sacerdote
al entender que la sexualidad es un don, que está dado y que va más allá del
hombre, es una idea reidificada sobre la sexualidad, en donde no reconoce la
construcción del hombre, sobre la propia
toma de decisión frente a su orientación sexual, desligándose de la de heteronormatividad.
Cabe destacar
que “esta falta de reconocimiento se traduce en subordinación social, en
tanto que imposibilidad de participar como igual en la vida social” (Fraser,
2000, p.61). No se les permite formalizar legalmente el matrimonio y poder
adoptar, a diferencia de las parejas heterosexuales. Tal como señala el sacerdote
Arancibia el matrimonio homosexual no
puede estar al mismo nivel que uno heterosexual, por lo que lo sitúa en un nivel inferior, además a la no legislación de este matrimonio,
dejando imposibilitado a los
homosexuales a participar en igualdad en la vida social, como legislativa, observándose una conducta de menosprecio hacia la cualidad
humana de los homosexuales.
Esta
subordinación social, además de considerar a la homosexualidad como una
patología o anormalidad, explica Foucault
(1996) como una forma en que estas instituciones intentan ejercer control
social sobre una parte de la población para así apartar a estas conductas de lo
socialmente permitido y monstrificar a los homosexuales al mismo tiempo que
según Foucault (1996) intentan “ayudarlos” con sus terapias de conversión, un
ejemplo claro de esto es la idea que tiene el sacerdote Arancibia de que la
homosexualidad es un problema, que debe ayudarse a través de ayuda espiritual
como psicología para poder así recuperar a la persona.
Por lo tanto
la apertura e inclusión de la iglesia a
todas las personas, no es tal ya que no existe un reconocimiento hacia las
personas homosexuales y transexuales, ya que existe una reedificación de la sexualidad,
(sexualidad como un don inamovible, fuera de las manos del hombre), solo existe
el espacio para el reconocimiento de la heteronormatividad obligatoria, menospreciando
la cualidad humana, mediante la imposibilidad
de participar como cualquier otra persona en la vida social, y
tratándolos como sujetos “fuera de la
norma” y de lo “socialmente permitido”,
por lo que se les debe tratar de “recuperar”. Esta falta de reconocimiento es perjudicial como dice Taylor (1992), en la
identidad del sujeto por la relación que tiene esa identidad con el
reconocimiento.
Referencia:
-Foucault,
M. (1996) “Los anormales”. En la vida de los hombre infames. Buenos Aires:
Altamira 2000, pp. 61-66.
-Foucault,
M. (1996) “La evolución de la noción de individuo peligroso en la psiquiatría
legal”. En La vida de los hombre infames. Buenos Aires: Altamira, 2000, pp.
157-178.
-- Fraser, N. (2000)
“Nuevas reflexiones sobre el reconocimiento”, en New left review, ISSN
1575-9776, N°4, 2000
- Honneth, A. (2005) “La reificación como olvido del reconocimiento” en Reificación. Buenos Aires: Katz, 2007, pp.83 – 104.
- Honneth, A. (2009) Reconocimiento y menosprecio. Sobre la
fundamentación normativa de una teoría social. Madrid: Katz, 2010
-Taylor, Ch. (1992) “La política del reconocimiento” en El
multiculturalismo y la “política del reconocimiento”. México: Fondo de Cultura
Económica
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